Tomado del libro “Ricardo Alegría: una vida” (Carmen Dolores Hernández 2002)

Se trataba –ese Centro- de un viejo sueño de Alegría, imaginado desde sus ya lejanos días de estudiante en la UPR. Entonces, en un editorial de la Revista Caribe, había pedido que se fundara una institución para el estudio de lo puertorriqueño, idea que surgiría una y otra vez en su pensamiento a lo largo de los años: sentía la necesidad de que se remediara la ignorancia de los valores nacionales, que llevaba a que se tuviera en menos lo del país en relación con lo de otros lugares. Hablaba allí de:

…la vergonzosa ignorancia que posee el pueblo de Puerto Rico de todos sus aspectos culturales.Nuestra juventud se inicia en su vida cultural escuchando de sus maestros las gloriosas escenas de una historia que no es la nuestra; de una cultura que nos es ajena, quedando grabados en las mentes juveniles la admiración e interés por lo extranjero mientras inconscientemente va formando un sentido de inferioridad hacia todo lo que representa el interés por su pueblo.

¿Qué estudiante de la escuela elemental no conoce con todo lujo de detalles las gloriosas escenas de la Revolución Norteamericana, del desembarco de los Peregrinos, las pintorescas biografías de Washington, Lincoln, Jefferson y Daniel Boone? ¿Y en nuestra Universidad, CUÁNTOS conocen las escenas de la colonización de la isla, CUÁNTOS tienen una idea de lo que fue el glorioso Grito de Lares, CUANTOS conocen la obra de Betances, Hostos, Labra y de Diego…

Es por esto que se hace imprescindible la creación inmediata de un centro de estudios que comience a revalorizar lo nuestro, que no muestre que tenemos valores de los cuales estar orgullosos, que veamos que nuestros cuatro siglos de cultura han dado frutos, que nos ayude a crear una conciencia Nacional…
No fue hasta el 1977 que Alegría estuvo, por fin, en condiciones de retomar aquella idea y convertirla en realidad. Para ello combinó dos instituciones ya existentes. Una era el programa de Estudios Puertorriqueños que él había fundado en el ICP y que ya languidecía por falta de apoyo. Alegría decidió hacerse cargo de él y transformarlo, dándole una proyección mucho más amplia e institucional. La otra institución era un proyectado Centro de Estudios Avanzados que había querido hacer Luis Muñoz Marín tomando como modelo el Instituto de estudios Avanzados de la Universidad de Princeton.

En 1965 Muñoz –que acababa de dejar la gobernación- inició conversaciones con el físico nuclear Robert Oppenheimer, retirado hacía poco de la presidencia del Instituto de Princeton. Le propuso que encabezara un centro parecido aquí para convocar a la Isla a las grandes mentes, de la misma manera que la política de la industrialización había traído a los grandes capitales. Se pensaba que su presencia en Puerto Rico podría motivar –a manera de fermento- el deseo del conocimiento puro y la reflexión sobre los problemas mundiales, estimulando, de paso, los programas doctorales y posdoctorales en la UPR. El centro proyectado no sería una dependencia de la Universidad pero estaría afiliado a ella.

Se estaban llevando a cabo las diligencias para su incorporación cuando murió Oppenheimer en febrero de 1967. A pesar de ello los planes siguieron adelante y el Centro se incorporó poco después con la ayuda de Pablo Casals, que se había interesado mucho por el proyecto, de Jaime Benítez, quien presidía la UPR y del Dr. Roberto Busó, que entonces dirigía el Consejo de Educación Superior.

La dificultad para encontrar otro director, los avatares de l apolítica puertorriqueña que desde 1968 pusieron al Partido Popular a la defensiva y la partida de Muñoz a Europa, en donde estuvo durante dos años, hicieron que la idea del Centro de Estudios Avanzados quedara inactiva. Ricardo Alegría, que conocía del proyecto porque había acompañado a Muñoz en una ocasión cuando este visitó a Oppenheimer en Islas Vírgenes, lo rescató en 1976. Se presentó ante el CES para hacerse cargo de aquella institución, modificándola en cuanto a su nombre y re-enfocando su propósito para darle prioridad a los estudios puertorriqueños y del Caribe y para lograr su autonomía de l apolítica partidista. También le dio un sesgo más académico al hacer de ella una institución capaz de otorgar grados académicos.